Yosvani Anzardo Hernández

Bitácora Cubana, 25 de marzo de 2007, Holguín, Cuba

“Enseñar puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo.” Eso dijo José de la Luz y Caballero, y la frase es parte de la prédica de los educadores cubanos.

Lástima que no pasa de ser un lema para muchos de nuestros aguerridos enseñadores, pues creo que muchos de ellos no pasan de ser meros deformadores de la enseñanza.

Por ejemplo, en la escuela primaria del barrio conocido como “La Torre”, en San Germán, el método de enseñanza implementado por la maestra Anabel Leiva González, jovencita perteneciente al stock de repuesto de Profesores Generales Integrales (PGI), es sumamente interesante.

Como debe pasar todo el día con sus alumnos, e impartir todas las asignaturas, y además, como a fin de cuenta ella informó, y los jefes le creyeron, que ninguno de sus alumnos es bueno docentemente por presentar problemas genéticos (que es un término que lleva años en el ranking de la desfachatez por acá), pues ella cubre buena parte de su tiempo laboral, contando cuentos rojos a sus pupilos.

Aclaremos lo de “rojo”, que es amplio espectro, pues va desde lo visible a lo infrarrojo. O sea, desde los cuentos sexuales de Pepito, a los subliminales, y en ocasiones directos, cuentos comunistas. Y como los primeros en determinados momentos y lugares son de mal gusto, les pondré un ejemplo de lo que la intención pretende convertir en infrarrojo, pero que son tan colorados como el pene de un perro.

La bonita maestra, que además tiene buena figura, asegura que la diferencia entre un delincuente en el capitalismo y otro en el socialismo, es que el primero habla durante el interrogatorio, sólo si tiene un abogado en frente, porque es un cobarde; y el segundo no necesita abogado, pues siempre lo hace por convicción y conciencia.

Como ven, los delincuentes socialistas son muy extraños, y no necesitan golpes ni nada que se parezca al tercer grado de la tortura.

Dos padres ofendidos exigieron explicaciones a la directora de la escuela, quien ripostó alegando, que la muchacha hacía su máximo esfuerzo. ¡Cosa que por supuesto nadie duda! y hasta la esforzada maestra asegura que todos estamos muy equivocados, pues ella hace más de lo que puede y no la quieren entender. ¡Y razón no le falta!, sobre todo cuando dijo entre risas y tono burlón, que no podía trabajar más de lo que merecíamos, pues estábamos tan perdidos que nuestro almanaque tiene 48 horas de adelanto.

“Son las doce en punto del lunes y yo estoy a las doce horas del sábado, por lo que hoy no debía trabajar, pues lo dice la Biblia, y mañana tampoco, porque lo decidió el Papa”.

Sin dudas, ¡Chusma la muchachita!, con lo seriecita que parecía, aunque con buen sentido de la lógica. Creo que se explayó a costilla de los ofendidos padres, y en verdad se dirigía a otras personas, que son quienes deciden su status laboral y son quienes nos la impusieron como maestra, como por ejemplo: el gobierno.
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