Habana: Arte nuevo de hacer ruinas
Especial/El Nuevo Herald
ENRICO MARIO SANTí

Se inicia con rejas múltiples de un elevador interior y termina con un mar punteado por pescadores en balsas. Entre una y otra imagen, entre sombra y sol, prisión y suerte de libertad, se despliegan los cuentos paralelos de cuatro habaneros --Totico, Nicanor del Campo, Misleydis y Reinaldo-- que hablan sobre su ciudad y sus vidas, en ruinas. Recurre entre sus historias, cual coro griego, el imponente comentario de Antonio José Ponte, el escritor de la isla más importante hoy vivo, que ata la fascinación de los personajes, y ahora la nuestra, por lo que él llama ''la ruinología'' cubana.

Me refiero al documental de 86 minutos Habana: Un arte nuevo de hacer ruinas, dirigido por los alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentschler y filmado en La Habana, que acaba de ganar el Premio Especial del reciente Festival de Cine Latino de Los Angeles. El filme (Producción de rarosmedia, http://www.ruinas.de) culmina, podría decirse, esa fascinación por la decadencia física de la capital cubana que hace años ejerce Occidente a través de sus artistas visuales. Pero si en filmes ya clásicos como Havana de Jana Bokova, Buena Vista Social Club de Win Wenders, o en fotos como las de Van der Hilst, Polidori o Morales/Ayuso las ruinas aparecen de manera desarticulada y sin menor comentario, en el filme de Borchmeyer y Hentschler los personajes se ocupan de comentar su entorno ruinoso, y el ''coro'' de Ponte de atar los cabos. Muy distinto, también, del Suite Habana de Fernando Pérez, en el que, como se sabe, los comentarios sobran.

Así, aparecen los restos del Edificio Arbos, que Totico, Sísifo habanero, se esmera en remendar; la finca tronchada, como su cuerpo anciano, de Nicanor Del Campo, descendiente del otrora patricio habanero; las trizas del Hotel Regina donde Misleydis, bella habanera enloquecida, barre la lluvia incesante mientras hilvana cuentos y poemas; y el foro desplomado, Coliseo habanero, del Teatro Campoamor donde el mulato Reinaldo dice escuchar aún melodías cantadas por Caruso mientras practica ejercicios de Tai Chi. Hoy La Habana, añade Ponte, bien podría ser escenario de una nueva Muerte en Venecia, porque al igual que en la novela de Mann una plaga recorre la ciudad, la plaga de la decadencia política de un régimen moribundo encarnado en el cuerpo enfermo de su máximo líder. Dice también: las ruinas de La Habana no son, como las de Grecia y Roma, mero accidente histórico. Como las falsas ruinas de las dieciochescas mansiones británicas son resultado de un proyecto urbanístico del castrismo, que, como en el antiguo Berlín oriental, necesita del teatro de una capital en ruinas como escenario de la presunta violencia del embargo norteamericano. ''Se llama arte nuevo de hacer ruinas'', ha dicho Borchmeyer en reciente entrevista, ''porque se trata de la paradoja de construir una capital en ruinas a partir de una capital que antes estaba entera''. Arte nuevo porque, como el tratado de Lope de Vega sobre la comedia española, la ruinología habanera se reduce a un tratado de ``descomposición''.

Me ha impresionado mucho este filme. Primero, por su belleza visual: la paradójica proeza de Tanja Trentmann, su directora de fotografía, ha sido realzar la belleza arquitectónica de los antiguos edificios habaneros junto al grotesco espectáculo de su derrumbe. La edición, además, ha sabido alternar imágenes de La Habana prerrevolucionaria que, como fantasmas, se yuxtpaponen a las de la ruinosa realidad actual. Luego, por su reticencia retórica: la elocuencia reside únicamente en la imagen, en el comentario del coro, que es mayormente filosófico, y en la música que acompaña a las imágenes --desde la voz de La Lupe y Elena Burke, hasta la melancolía de Schubert. Junto a esto, por ceñirse al conocimiento local de los habitantes, o víctimas, habaneros. Son gente común y corriente, sus palabras el mejor, y más terrible, testimonio. Por último, por la valentía de sus realizadores, que en otros festivales, como el de Rio de Janeiro, donde han presentado su documental han sido abuchados como agentes del imperialismo yanqui. La mayor valentía ha de ser sin duda la de Ponte. De un plumazo, al analizar la decadencia del castrismo, y hablar desde la marginación que actualmente sufre bajo el régimen, este escritor se convierte en la conciencia de la nación.

Una sola cosa me queda recomendar en esta genial película. Véanla: es un espejo.

Los productores han ofrecido el documental al próximo Festival Internacional de Cine de Miami. Ojalá que sus organizadores tengan el buen tino de incluirlo.



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