La gozadera del socialismo

Fernando Ravsberg 28/08/2008, 12:01 PM

Cuando uno oye hablar a algunas personas puede llegar a pensar que este medio siglo de revolución socialista ha sido una sucesión ininterrumpida de crisis y que los cubanos vivieron prácticamente al borde de la locura, nada más lejos de la verdad.

Hubo años en los que se pasó muy bien, unos los recuerdan como "la gozadera del socialismo" y otros como "la época de la barbarie", tiempos en los que se trabajaba poco, igual que ahora, pero en los que se disfrutaba mucho más que hoy.

Los cubanos con los que hablé -la mayoría de ellos entre 40 y 60 años- no tenían privilegios especiales respecto al resto de la población, no son ni eran miembros del Partido Comunista, del gobierno ni de ninguno de los cuerpos armados del país.

Una de ellas, profesional de la Salud Pública, me explicaba que en los años 80 "el salario alcanzaba: "yo ganaba $295 y mi marido $250. Con eso nos daba para todas nuestras necesidades, incluso comprar muebles y electrodomésticos con crédito".

Y no había peligro de quedarse sin trabajo, la desocupación era cero o poco menos que voluntaria. Se llegaba al grado de que cada universitario salía de las aulas con una plaza laboral y el Estado tenía la obligación de reubicar a los trabajadores que "botaban" las empresas.

En los años 80, en las tiendas cubanas se podían adquirir desde zapatos hasta refrigeradores, había un centro comercial, llamado Mercado Centro y popularmente conocido como SEARS, en el que se compraban todo tipo de quesos, conservas, vinos y carnes, incluido el Faisán.

"Yo trabajaba repartiendo galletas en un camión y cada día nos íbamos con $100 para la casa, comíamos en la calle e íbamos varias veces al año a hoteles de Varadero", me cuenta un amigo que hoy gana en dólares pero añora aquellos años.

Porque, aunque la mayoría de la gente no lo sabe o recuerda, durante 3 décadas los hoteles estuvieron abiertos para los cubanos, es más, casi exclusivamente para ellos dado el escaso turismo internacional que llegaba al país.

"Hospedarse en el Habana Libre costaba menos de $20 la noche y miles de veces pasé fines de semana viviendo como un rey", me dice otro amigo que recuerda con nostalgia las "comelatas" (comilonas) que se daba en el restaurante Polinesio.

"Nosotros íbamos todos los años a Varadero porque mi papá trabajaba allí en la construcción de hoteles y nos hospedábamos en los mejores lugares", recuerda una joven de 27 años, proveniente de una familia muy humilde.

Mi mecánico -mucho más fiestero- me cuenta que "recorrí todos los cabarets de La Habana". Con su salario estatal y algún que otro trabajito particular le daba para sí mismo y para invitar a una chica, ya que en esa época "las mujeres no pagaban".

Un colega cubano que trabaja ahora en prensa extranjera recuerda su época de estudiante universitario, "estaba becado en la residencia '12 y malecón' y cobraba $30 mensuales, yo me daba el lujo de desayunar todos los domingos en el hotel Riviera".

Me sorprendí mucho cuando me enteré de que en aquellos tiempos los cubanos podían incluso viajar, tanto en excursiones organizadas dentro de Cuba como en viajes internacionales, que podían pagarse en cómodas cuotas mensuales.

Había viajes a Trinidad, Pinar del Rio y "un viaje del Yara a la Sierra que se iniciaba en bus y terminaba a caballo, mientras que si querías algo más largo podías recorrer toda la isla y solo te costaba $500", me relata una cincuentona.

Para los más cosmopolitas había recorridos internacionales, a los antiguos países socialistas europeos. No pocos cubanos visitaron la histórica Plaza Roja, se bañaron en el Mar Negro o romancearon a orillas del Danubio.

Muchos de ellos no eran profesionales, dos tíos de mi esposa, ambos campesinos de la Sierra Maestra viajaron a Europa del Este, pagando todos sus gastos con las ganancias de una pequeña finca cafetalera ubicada cuatro horas loma arriba.

Pocos tenían automóvil propio pero se movían en los del Estado como si fueran sus dueños. El propio Fidel Castro en uno de sus discursos relató la historia de un obrero que cada tarde visitaba a su novia a bordo de la grúa en la que trabajaba.

La libreta de racionamiento había quedado en el olvido. Se recibían los mandados pero la mayor parte de los productos "se compraban por la libre. Había de todo: café, pan, arroz, conservas, jamón, queso y todo en pesos cubanos", me cuentan.

Eran los tiempos en los que en el país se pagaba todo con la misma moneda en la que se cobraban los salarios, había miles de autobuses circulando por las ciudades y existían "rastros" para comprar materiales con el fin de reparar o construir la casa.

La conversación se alarga siempre que se habla de aquella época, los "te acuerdas" se multiplican y la emoción de los años vividos es seguida por la nostalgia. Les digo que voy a escribirlo y me miran incrédulos, ¿a quién podría interesarle?.

http://www.bbc.co.uk/blogs/spanish/2008/...lismo.html#more