Que les pregunten a las víctimas

23.01.2007 13:23
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Cubaliebhaber/in

Que les pregunten a las víctimas
TERESITA MAYANS
Esperando la inminente muerte del tirano Fidel Castro una inte-

rrogante nos ocupa el pensamiento: ¿qué va a pasar? No sabemos, pero algo y todo tiene que cambiar. Se habla de sucesión, ajusticiamientos, tribunales. Los culpables tiemblan y preparan la huida.

Ante la situación, se ha escuchado con insultante frecuencia un sensiblero decir: ''Todos somos cubanos y tenemos que unirnos, olvidar (el crimen) y perdonar'' (a los culpables). Para convencer invocan el sagrado nombre de Jesucristo, pretendiendo así obligar a los llamados intransigentes (dolientes) a transitar por el camino del perdón, que según estos perdonadores de crímenes, nos conducirá al paraíso celestial.

¿Quiénes hablan de perdonar, las víctimas o los victimarios? Todavía hoy, las cárceles siguen llenas de presos políticos, muchos con enfermedades terminales y sin asistencia médica; la república sigue secuestrada, el pueblo enfermo, perseguido y hambriento. Cualquier lugar de Cuba ha sido escenario de crímenes políticos horrendos, las prisiones de menores abarrotadas y muchos de estos niños han sido violados porque los han encerrado con grandes criminales ante la indiferencia de los carceleros.

Habría que preguntarles para este perdón a los sobrevivientes que han sido baleados en el océano por el solo hecho de querer escapar de la isla. Hombres, mujeres y niños desde edades tan tempranas como la hija de Gustavo Martínez, con seis meses de nacida ametrallada en el mar por la policía de la tiranía cuando la barbarie cometida contra el remolcador 13 de Marzo, y otros niños hundidos y ahogados cuando los sucesos del río Canímar, donde iba el hijo de María Victoria García con cinco años de edad.

¿Perdón? ¿Cuál perdón? En esta cuenta de medio siglo de torturas y asesinatos, de aplicar electroshocks a miles de prisioneros políticos, perdonar a los culpables sería una perversión del espíritu cuando, para el régimen, asesinar a un cubano es tan perfectamente insignificante que da lo mismo que se trate del chino Tang que de un Camilo Cienfuegos o de la monja sor María Echevarría, asesinada en la Seguridad del Estado de Santiago de Cuba.

Que les pregunten a los hijos de padres fusilados, a las Madres del Eterno Dolor, a Sergio Bravo, a quien le arrancaron una pierna por esconder una Biblia; a Lidia Pérez, que cuando se le presentó el parto en la galera y con su hijo en el vientre se desangró porque la policía política se negó a prestarle asistencia; o a Lidia Figueredo, fusilada con seis meses de embarazo; que les pregunten a los niños Peter Pan de los incomprensibles sufrimientos por la ausencia de sus padres.

Preguntas sin respuestas y América y Europa sin querer enterarse, peor aún, sin importarles y muchas veces cómplices salvo honrosas y escasas excepciones. ¿Cuál es la respuesta del Vaticano, lleno de representantes de Cristo aquí en la tierra con sus papas y cardenales hablando de perdón cuando todavía la sangre de tres jovencitos cubanos fusilados por llevarse una barcaza vieja para llegar a tierras de libertad no se ha secado? ¿Dónde estaban los presidentes de gobiernos, la ONU, los pacifistas cuando fueron fusilados 496 cubanos en la noche del 30 de agosto de 1963? ¿Perdonarían los patriotas de la Brigada 2506 asfixiados en la rastra de la muerte?

¿Dónde estaba el mundo cuando el ingente asesino Che Guevara declaraba: ''En Cuba fusilamos y seguiremos fusilando''? Mientras tanto, en La Habana estaban los embajadores y cónsules que vieron en la televisión aquellos juicios sumarísimos en la Ciudad Deportiva en que se dictaban sentencias de muerte contra cubanos. ¿Qué hicieron cuando escucharon a la chusma salida de las cloacas gritando ¡paredón!, saqueando casas y comercios, arrasando con la civilización existente en Cuba? ¿Cuál fue la respuesta humana del mundo cuando fueron derribadas las avionetas de los jóvenes de Hermanos al Rescate? ¿Habrá que perdonar a un policía que golpea y mata impunemente a cualquier disidente en plena calle?

Todavía hay hombres en el Rectángulo de la Muerte esperando su turno para ser fusilados.

¿Y dónde estabas tú, cubano, que pides ahora perdón para los culpables cuando todo esto ocurría? Es una pregunta que responderá tu conciencia.

Ojalá pudiera decir aquella frase de fray Luis de León al volver a su cátedra después de varios años de encarcelamiento: ''Decíamos ayer...'', como si nada hubiera pasado.

Pues no. Yo no puedo perdonar porque todavía no he escuchado a alguno de estos grandes culpables, generales, coroneles, cómplices de la tiranía que se están escapando de Cuba antes que los agarre el pase de cuentas --muchos de ellos que han tenido la desvergüenza de venir a este Miami que construyeron los genuinos exilados, esos perseguidos por ellos mismos-- ni una sola petición de perdón. Y no puedo perdonar porque a mi papá con sus 96 años lo ahogaban las lágrimas al saber a su hija y a su nieto presos. No puedo perdonar porque mi compañera de celda, Margarita Thompson, con sus tres hijos fusilados, no me lo perdonaría a mí. No puedo perdonar porque miles de cubanos exilados no pudieron asistir al entierro de sus familiares en Cuba. Y por tantos motivos, que no encuentro ni una sola razón que disculpe tanto crimen.

Escritora y ex presa política.


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Castrocomunismo: Sistema asimétrico de desgobierno que para cada solución tiene un problema.
Democracia alemana: sistema de gobierno financiado con barril sin fondo a costa de germanos devotos y sumisos, a quienes se les cobra por valor agregado, aportes de solidaridad o impuestos politicos declarados por falta de competencia e ineptitud de sus politicos.


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