LA ULTIMA ORDEN

TODO PARECE INDICAR que la orden de declarar secreto de Estado las informaciones sobre su salud se va a convertir en la última decisión importante del largo mandato de Fidel Castro.
Además de una decisión política, el decreto del “secreto de Estado” fue una muestra final de la arrogancia característica de Fidel Castro. El gobernante se convirtió en portavoz de su propia enfermedad. Sólo que al mismo tiempo no pudo lograr la obediencia de su cuerpo.
La salud del mandatario ha sido motivo de especulaciones casi desde que asumió el poder. En un famoso discurso en 1960, cuando anunció la nacionalización de propiedades estadounidenses, después de que Washington anulara la cuota azucarera cubana, Castro se quedó sin voz ante decenas de miles de personas. Tras tomar la palabra su hermano Raúl, volvió a la tribuna unos minutos después. El episodio se atribuyó a una neumonía, y dejó para la historia una frase memorable, de quien era entonces ministro de Educación y luego lo sería de Cultura, Armando Hart: “Al Comandante no le pasa nada. Lo único que tiene es un foco neumático en un pulmón”.
El incidente, sin embargo, se convirtió en un hecho aislado. A través de los años, Castro aparentó o mantuvo una salud de hierro, una disciplina física envidiable y una mente que fue objeto de diversas valoraciones, desde considerarla propia de un genio hasta tacharla de típica de un loco.

(..........)

El episodio del Cotorro evidenció por vez primera que el cuerpo estaba empeñado en jugarle una mala pasada a Castro; que ya no basta con dejar de fumar y tomar café, hacer dieta y ejercicio; que la medicina a la que dedica tanto esfuerzo tiene sus limitaciones. De pronto el Comandante en Jefe descubrió que el poder y la gloria no eran capaces de derrotar a la vida: se vio como un hombre más, avanzando hacia la muerte. Sólo que no quiso reconocerlo.
Esa dimensión humana iba en contra de la imagen del guerrero. De su sagacidad a toda prueba al misterio personal, todo apuntó en la larga trayectoria del líder cubano hacia una elaboración detallada y consciente del mito del héroe.
Ese fue su papel siempre y no puedo desempeñar otro. Desde joven escogió el nombre de Alejandro como la máscara típica del Cesar, y se lo puso una y otra vez a sus hijos. Fanático de la historia, intentó jugarle sucio: ser tan grande como el Magno, pero no morir joven.
Un truco barato: los héroes, los verdaderos y los falsos, —como John Lennon, como José Martí, como el Che— mueren jóvenes. Son los generales, los papas y los presidentes los que mueren viejos. No se puede tener lo mejor de dos mundos: ser el combatiente eterno y mantenerse siempre alejado de las balas; vestir incansablemente el uniforme de campaña y refugiarse en una limusina; convertirse en el inspirador y guía de todos los guerrilleros de todas las selvas de todos los países, y ser en realidad un maestro en las conspiraciones de oficina.
Ese batallar contra el cuerpo, el intentar detener el paso del tiempo, terminó por derrotarlo. Quizá la única verdadera derrota en su vida, ya que supo superar muchos tropiezos anteriores. Fue suficiente.

http://armengol.blogspot.com/2007/01/la-ultima-orden.html