Usos y abusos del preservativo en Cuba

Desde la invención del preservativo creo que no ha habido nadie que use y abuse tanto de ellos, como los cubanos que viven en la isla. Fui testigo de ello.

En la actualidad hay más abundancia de condones: se venden en farmacias, los regalan en las cuadras o los introducen los extranjeros; pero no faltan.

El preservativo, ese trozo de látex, en su estado primario, o sea, sin colores, ni sabores, fue muy útil en los años noventa para fungir como queso derretido en las pizzas que se vendían en la isla. Y que quede claro, no siempre era material “virgen” (sin usar).

Tenía una paciente que se iba a las posadas o “albergues del amor” a buscar y rebuscar entre los matojos, latones de basura y césped adyacentes, condones que lanzaban allí los enamorados.

Ella tenía un lema: “De la pinga a la pizza” No rimaba, ya lo sé. Pero a efectos reales era práctico y sencillo. En un día recogía medio centenar y con eso tenía suficiente para elaborar unas deliciosas pizzas que vendía por cinco pesos en la calzada de Diez de Octubre. No es ficción, es realidad.

En la posada de Acosta, la que está cercana a la unidad de policía, la cosecha siempre fue provechosa.

En medio de la noche, armada con una linterna china, se adentraba en las profundidades de la posada y se apropiaba de cuanto pedazo de goma se encontrara, por si acaso. Después en casa se dedicaba a escoger. Como se escogía el arroz, los frijoles o cualquier grano que vendieran en la bodega y que venía cargado de piedras, palos y bichos.

Por ella me enteré de que no siempre las parejas usaban preservativos como medio para prevenir embarazos, sino que también eran muy apropiados los dedos de guantes de látex ( de un guante te sacaban cinco dedos), interesante y práctica manera de prevenir los embarazos en la Cuba de hoy. Vayan tomando notas.

También me enteré de que espolvoreando una aspirina en el interior de la vagina se impedía la concepción, ¿ cómo? Pues parece que al crearse un medio con una acidez elevada, esto impide que los espermatozoides continúen con vida. Un espermicida popular, ¿ no creen?

Otro uso que se le daba al condón en Cuba era utilizarlo como globo para las fiestas infantiles. Se teñían con violeta genciana o rojo aseptil. Los menos favorecidos económicamente los dejaban tal y como el fabricante los trajo al mundo.

Esta señora, la recolectora de preservativos de la cual les hablaba en un inicio, también experimentó con ellos en otros campos, por ejemplo, como espesante de sopas. A no haber fideos, pues preparaba en agua hirviendo unos cuantos preservativos con restos de semen y dice que le salía una sopa tipo crema catalana ( con el mismo espesor, pero diferente sabor) que te chupabas los dedos. Nunca tuve el valor de probarla, pero observé cómo la preparaba. Era una gran cocinera: sal, ajo, cebolla y cinco preservativos pletóricos de leche, luego revolver durante quince minutos y listo, a servir.

En mi consultorio hube de utilizarlos para realizar tactos rectales y vaginales, pues no me abastecían de guantes de látex y para cubrirme el dedo índice en tales menesteres, pues eran muy prácticos. Si van a hacerlo ustedes, deben asegurarse de tener las uñas bien cortadas, pues pueden embarrarse el dedo.

Recuerdo que en el año 1994 comenzó una campaña nacional para que los jóvenes usaran el condón y con ello prevenir las ETS y los embarazos precoces.

Repartieron un montón de cajas de preservativos chinos por CDR y consultorios.

La presidenta del comité de mi cuadra vino a verme para que la ayudara con la repartición del material porque además de entregarlos, había que impartir una breve charla para que los jóvenes aprendieran a poner y quitar el “gorro”.
Nada, la cara de la vieja presidenta era un poema. Me pidió que le consiguiera una especie de maqueta donde practicar, un trozo de madera dónde colocar el gorrito. Fue una misión casi imposible, pues debía ser un madero delgado, con la punta roma. No hubo manera, me decidí por coger el asta de la bandera del 26 de julio que tenía junto a la entrada de la consulta y limarle la punta contra la acera, pues no tenía una lima, ni siquiera un papel de lija para tales efectos.

Yo impartía la charla educativa, y al finalizar, la vieja se colocaba entre las piernas el asta de la bandera, como si de una escoba se tratara, y con el rostro constreñido y rubicundo por la vergüenza, por el mal momento, hacía un esfuerzo sobrecogedor para introducir el preservativo en el extremo del palo.

Pocas veces lo logró, se rompían. O eran muy débiles o la vieja no tenía buena mano para tales menesteres.

Pero ella persistía, la patria le había asignado esa misión.

María, una paciente habitual en mi consulta, los tenía de diferentes sabores, y colores. Se los enviaba un sueco que había conocido en la catedral de La Habana. A falta de caramelos para endulzar el paladar, pues chupaba uno de vez en cuando. Los tenía con sabor a chocolate, a fresa, y a maracuyá. Yo le recomendaba que en vez de pedir preservativos, le pidiera al sueco un paquete de caramelos, pero su excusa era: “¿Pa qué? No qué va, un preservativo nadie te lo pide si te lo ven chupando, pero cuando alguien te ve con un caramelo te pide uno enseguida. Y yo no voy a estar regalando caramelos. Además a él le salen muy baratos por es representante de una firma de condones suecos, una tal “Condosek Enterprise”( ella pronunciaba: condonsik interprais)”

Aún no sé si esa empresa existe o era fruto de su mitomanía.

Santa Cruz de Tenerife, 15 de octubre del 2005. José Luis Amiéiro Rodríguez.
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