¿El último desfile?

Ana Leonor Díaz, Grupo Decoro

LA HABANA, mayo (http://www.cubanet.org) - Nadie puede asegurarlo, pero los rostros de los que marcharon el pasado viernes están lejos de reflejar prepotencia, parecían carneros dispuestos al matadero. Es la crispación del final.

De pie desde las tres de la madrugada, sin descansar lo suficiente, los habaneros fueron arreados a pie o en ómnibus y camiones dotados de combustible -que apareció de la nada- para escuchar una arenga del gobernante Fidel Castro en la que anuncia que todos en Cuba van a morir con honor ante un hipotético desembargo norteamericano (¿?).

Nadie sabe de dónde o en qué se basa esa afirmación, pero de seguro que el discurso, pronunciado en tono menor y pesimista, conmovió a los seguidores que desfilaron frente a la Oficina de Intereses de Estados Unidos muy serios y compungidos.

Y esto ocurre días después de que el régimen adoptara draconianas medidas económicas que tuvieron su primer impacto en el cierre "indefinido" de los comercios que venden en dólares productos y bienes que no sean alimentos y mercancías para la higiene personal.

Y aunque en los primeros días los precios de los artículos de primera necesidad no sufrieron el aumento que anunció una nota oficial, ya trascendió que sí se impondrá un incremento del 30 por ciento, lo que agravará aún más la precaria situación económica de la población, afectada por una crisis que se prolonga por 14 años.

Algunos compradores, advertidos por la filtración de la mala noticia, han hecho compras de cajas de detergente y jabón de baño, e incluso de croquetas de pescado, un indicio de que el mercado negro se prepara para lo peor.

Entretanto, y contrario a la declaración oficial, se retrasa por dos semanas ya la venta de productos cárnicos prometidos en la libreta de racionamiento (huevo, pescado, picadillo de soya), mientras esos mismos productos, a precios desorbitados, pero en pocas cantidades, se comenzaron a vender en los comercios paralelos del gobierno.

No hay motivo para el optimismo. Agotados por el desvelo y la escasa alimentación, muchos ciudadanos supuestos a desfilar se tiraron a dormir en parques y avenidas del Vedado, mientras otros, ávidos por comer algo, hacían colas en las panaderías o sacaban de sus mochilas botellas de agua o pomitos de café, y se dirigían a los camiones para descansar. Quizás podrá ser el último desfile de un régimen que desfallece